La morriña y la tecnología: La distancia en la era del Whatsapp

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En los minutos inmediatamente anteriores a ponerme a escribir estas líneas, he recibido un Whatsapp de un amigo que vive en Italia y de otro que vive a dos manzanas de mi casa. Con ambos hablo prácticamente lo mismo y casi a diario. Hace unos años algo así hubiera sido completamente impensable.

Whatsapp, Skype, Hangouts o Facebook son algunas de las herramientas que han hecho del mundo un lugar algo más pequeño. Es cierto que la tecnología no puede sustituir (¿todavía?) el estar con la otra persona físicamente pero hace no tanto el tener un amigo o familiar en otro país significaba no sólo verlo poco, sino tener una comunicación realmente reducida. De las largas y lentas epístolas de hace poco más de un siglo hemos pasado a la facilidad de sacar nuestro smartphone del bolsillo y mandar un Whatsapp a las antípodas con la misma facilidad que podemos enviárselo al vecino de arriba.

Con el mundo entero a tu alcance sobre la palma de tu mano, se podría pensar que para aquellos que viven lejos de casa, el trance se hace más llevadero, porque estar cerca de los tuyos es, en cierta manera más sencillo, pero lo cierto es que puede tener un efecto contrario.

La morriña y la tecnología: la necesidad de una tribu

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Igual que el aburrimiento, la morriña es un sentimiento que también tiene un sentido evolutivo. Es una sensación desagradable que nos disuade de abandonar entornos seguros donde encontramos apoyos, hace que no abandonemos a nuestra tribu, a nuestro clan, que no nos adentremos en la jungla donde, quién sabe, podríamos no encontrar ayuda alguna. Un instinto ancestral que no es tan fácil de enterrar por mucha tecnología de la que dispongamos.

De hecho, las tecnologías de la comunicación pueden tener incluso un efecto inverso en aquellos que echan de menos a su tribu. La profesora Doreen Massey explica que una da las características fundamentales de la morriña es la idealización del hogar, nos olvidamos de los defectos y los problemas y sólo recordamos la parte buena.

Si a esta idealización le sumamos Facebook, donde nuestra tribu muestra una versión idealizada de sus vidas, el resultado puede ser catastrófico. Por eso la doctora Miranda van Tilburg recomienda limitar el uso de la red social o de Instagram a determinados momentos en los que no te vaya a dar tiempo de sentir melancolía, por ejemplo en el descanso del trabajo, y no hacerlo nunca al despertarse o antes de ir a dormir ya que esos son los momentos más habituales para que ataque la morriña.

Una ilusión de cercanía

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Una conversación vía Skype puede darte una ilusión de cercanía con el clan, y en ciertos casos puede realmente ayudar mucho, pero una vez acaba la videollamada vuelves a quedar sólo delante de tu reflejo en la pantalla negra de tu tableta o teléfono, por lo que a veces puede ser recomendable realizar estas llamadas cuando estás alegre y no tanto cuando estás triste, aunque este hecho pueda ir en contra de lo que dice la intuición.

Es posible que muchos crean que la tecnología puede ayudarnos a superar la nostalgia del hogar gracias a la facilidad con la que podemos comunicarnos con los nuestros a pesar de estar a cientos de miles de kilómetros de distancia, y sin embargo no es así. Al final la única manera de superar nuestra necesidad de estar con nuestra tribu es creándonos una nueva tribu.

Y aquí estamos los seres humanos con toda la capacidad tecnológica de los smartphones, tablets y ordenadores al alcance de nuestras manos y todavía sujetos a instintos que nos empujan a no abandonar la seguridad de nuestra cueva. Podemos haber mandado un robot a los confines del Sistema Solar y sin embargo seguimos teniendo más cosas en común con aquel mono que decidió bajar del árbol de lo que podíamos pensar.

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